En el marco del 75° aniversario del INCan.
Por: Dr. Juan W. Zinser, Oncólogo Médico del INCan.
Oncologia.mx.- Tuve la fortuna de conocer al Instituto Nacional de Cancerología (INCan) en el año de 1977, cuando realicé el servicio social en el Servicio de Patología. En aquella época el instituto se ubicaba en la calle de Niños Héroes, en instalaciones realmente elementales que nada tenían que ver con las actuales.
Sin embargo, a pesar de las limitaciones físicas de la institución, su potencial y contribución en el tratamiento e investigación del cáncer, así como la formación de profesionales en las diferentes áreas de la disciplina ya eran evidentes, despertando así mi interés por la Oncología -ya que mi incursión en el INCan ese año fue meramente circunstancial y no motivada por un pre existente interés en el cáncer-.
Desde entonces he estado vinculado al Instituto, inclusive durante los años que estuve en el Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán (INNSZ) (residencia en Medicina Interna) y el M.D. Anderson Cancer Center (fellowship en Oncología Médica). Posteriormente desde 1985 ha sido como mi casa, en la cual he tenido la oportunidad de colaborar en el servicio de Oncología Médica, la división de Medicina Interna y la Subdirección de Enseñanza, así como en diferentes comités, principalmente los relacionados con los aspectos de bioética.
Esta breve semblanza de mi trayectoria en el INCan me ha permitido ver de cerca su progreso en las diferentes áreas, avances que lo han llevado a ocupar el lugar que ha alcanzado a nivel nacional e internacional. Percibir el reconocimiento que actualmente tiene es evidente. Haber vivido gran parte de su historia desde su despegue a principios de los 80 ha sido una experiencia muy gratificante. Su transformación es enorme.
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En lo asistencial se consideraba una instancia para la población más desprotegida, ahora el interés de los pacientes por ser atendidos se enfoca en la calidad, más allá de los recursos económicos. La formación de residentes no contaba con reconocimiento universitario; ahora es una de las sedes más codiciadas. Y la solidez en este proceso le ha permitido crear y consolidarse como una institución de vanguardia en la investigación. Es un claro referente en la Oncología de México.
El INCan necesitó más de 30 años para iniciar su gran despegue. Esa inercia no se ha detenido ni se detendrá, ya que la grandeza de una institución no solo la determinan su historia y sus logros sino lo que quiere seguir haciendo, y ese deseo es la motivación de muchos de sus miembros, muchos de ellos muy jóvenes, que beneficiados de su pasado quieren seguir contribuyendo a su futuro. Es decir, las personas y las instituciones son lo que han sido y quieren seguir siendo.
Si me preguntan sobre cuál es el mayor logro o satisfacción que he tenido en el instituto, no me es posible elegir uno, por fortuna, han sido muchas y de manera continua. Situación que me parece muy positiva, ya que es una institución que de manera sostenida contribuye a generar muchos elementos gratificantes. Han sido múltiples las experiencias dignas de mencionar en diferentes esferas. Las de mayor impacto, relacionadas con pacientes, ver como los efectos terapéuticos, que muchos ni siquiera imaginaban, les cambió la vida.
Otra de extraordinario valor ha sido la oportunidad de conocer e interactuar con multitud de colegas -relación que con muchos se mantiene a pesar de las distancias-. El INCan me ha permitido participar no solo en el diagnóstico y tratamiento del cáncer, sino también en medidas preventivas que son fundamentales como el control del tabaquismo. Sin que este hubiera sido un objetivo cuando me involucré profesionalmente en el cáncer, percibí que era un tema que no se podía reconocer sin actuar para evitarlo. Ha sido muy gratificante poder contribuir al control integral del cáncer, dicho en otras palabras, es irónico seguir escuchando la pregunta de ¿a que se debe el cáncer?, cuando -además de otras causas- alrededor del 30% de los casos que son secundarios al tabaquismo, se podrían evitar.
El impacto que ha tenido el instituto en la medicina mexicana y más allá de sus fronteras, así como en los miles de pacientes que ahí se han atendido, puedo extrapolarlo a mi persona. Me sembró una semilla desde estudiante y a lo largo de los años conformó mi perfil profesional.
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