En América Latina, sólo se diagnostican de forma localizada 40 por ciento de los tumores que provocan cáncer de próstata, es decir, la detección es tardía en comparación con Europa en donde se diagnostican hasta el 70 por ciento de los casos antes de que afecte localmente otra área alejada de la próstata, señaló Antonio Alcaraz, presidente del Departamento de Urología del Hospital Universitario de Barcelona.
De acuerdo con el médico, si el cáncer se detecta en una etapa temprana, es decir, antes de afectar otras regiones del cuerpo, y se elimina el tumor, el paciente quedará curado, pues no habrá posibilidad de que el tumor haga metástasis a distancia. Con la cirugía, agregó, se eliminan los ganglios linfáticos por donde puede diseminarse la enfermedad.
Los factores fundamentales para la detección tardía del cáncer de próstata son la falta de acceso a la sanidad, principalmente en comunidades rurales que se encuentran alejadas de las urbes.
Sin embargo, el principal factor es la idiosincrasia debido a que los varones perciben el diagnóstico precoz como una violación a su masculinidad. Ante la situación, comentó, puede sugerirse la prueba del Antígeno Prostático, y sólo en caso de que salga muy elevado, el tacto rectal.
El primer factor de riesgo para cáncer de próstata es la herencia, si algún familiar tiene o tuvo este padecimiento, el riesgo es 2.5 veces mayor, pero si el padre o hermanos lo tuvieron, el riesgo se incrementa cuatro veces.
El segundo factor es el racial, pues afecta más a población de raza negra. En este sector, se han detectado más tumores y más agresivos.
La edad para desarrollar cáncer de próstata es desde muy jóvenes hasta adultos mayores, La edad promedio de detección es a los 45 años aunque conforme aumenta la edad continúa su desarrollo si no se atiende. Existen estudios que muestran que a los 90 años, 70 por ciento de los hombres ya tienen alguna lesión de cáncer en su próstata.
Alcaraz señaló que los tratamientos para este tipo de cáncer han variado. En los años 40, el tratamiento de la enfermedad metastásica era hormonal y se requería de la amputación de los testículos, luego aparecieron fármacos que suprimían la testosterona, es decir, había una castración en el paciente.
En 2004, añadió, aumentó la supervivencia con tratamientos de quimioterapias, y en 2010, se dio una verdadera revolución en los tratamientos que ha permitido que en las últimas fases de la enfermedad, un paciente con promedio de vida de tres años, ahora viva seis. El mecanismo de acción de dichos fármacos es la disminución de la testosterona a niveles de 1 o 2, es decir, mucho más bajos que lo que se conseguía con una castración.
De esta manera, las nuevas opciones terapéuticas reducen los riesgos de afectación de esta parte de la anatomía masculina, la cual al estar abrazada por un ramillete de nervios, que contribuyen a la erección y a la continencia, es difícil de intervenir.
Sin embargo, afirmó el médico, la mejor opción es la revisión médica continua después de los 45 años