Los Linfomas

Son un conjunto de enfermedades que se originan y desarrollan en el sistema linfático (ganglios, bazo, timo, amígdalas, por ejemplo) y otras estructuras del sistema inmune, entre los que se encuentran la mucosa gástrica, la del intestino (placas de Peyer) y la piel, lo que nos explica que los linfomas no-Hodgkin puedan aparecer en cualquiera de estas áreas.

 

Existen dos tipos de linfomas: los linfomas no-Hodgkin y los linfomas Hodgkin. También se les llama tumores sólidos hematológicos para diferenciarlos de las leucemias. Su comportamiento, tratamiento y supervivencia son diferentes. Como sea, el punto de partida es el tejido linfoide T o B (la mayoría es de estirpe B). Los linfocitos B en condiciones normales son las células encargadas de la inmunidad ligada por anticuerpos. Los linfocitos T por su parte están ligados a la inmunidad celular. Como se deduce, su actividad en ambos casos es importante en la respuesta mediada por células o por anticuerpos (infecciones por virus, hongos, etc).

Etiología. Cuando existen alteraciones inmunológicas tratadas con inmunosupresores por mucho tiempo es posible observar un aumento de incidencia de linfomas en individuos con enfermedades autoinmunes (por ejemplo lupus eritematoso diseminado, síndrome de Sjören, artritis reumatoide juvenil). Otros síndromes asociados son la Ataxia-telangiectásica, el de Wiskott-Aldrich, la Inmunodeficiencia común variable grave combinada y el Síndrome linfoproliferativo ligado al cromosoma X. También pueden ser secundarios en pacientes con Inmunodeficiencias adquiridas (SIDA, pacientes con trasplante de órganos). Otras enfermedades involucradas pueden ser la Tiroiditis de Hashimoto, o en individuos tratados con hidrantoínas (por epilepsia).

El diagnóstico y estudios de extensión son indispensables y es necesario contar con: biopsia ganglionar adecuada, historia clínica completa, incluyendo una exploración física detallada, en especial de las regiones linfáticas periféricas, de hígado y de bazo. Los estudios de laboratorio indispensables son: la biometría hemática completa, las pruebas de función hepática y renal, la Determinación de la Deshidrogenasa láctica (DHL). Estudios radiográficos de tórax, incluyendo TAC torácico, abdominal y pélvico, así como un PET completo.

Los Linfomas no-Hodgkin (NHL)

En el 80% de los casos son de origen B. El hallazgo frecuente es el aumento del tamaño de los ganglios linfáticos de una o de varias regiones linfáticas, esplenomegalia y/o hepatomegalia puede acompañarse del crecimiento de los ganglios linfáticos intra-abdominales y coexistir con involucramiento de tejido óseo, gastrointestinal o de piel. Los síntomas clínicos frecuentes para este tipo de linfoma de Hodgkin son la pérdida de peso, diaforesis (sudoración). El diagnóstico solo puede establecerse con la toma de biopsia (no solo del tipo sino de la variedad de linfoma).

Linfomas de Hodgkin

El que se les denomine linfomas de Hodgkin y no de Hodgkin es en reconocimiento al médico inglés Thomas Hodgkin, que en 1832 describió la enfermedad que lleva su nombre.

El linfoma de Hodgkin se calcula que ocurre en cada 2 a 3/100,000 habitantes y que afecta preferentemente a individuos varones en dos etapas de la vida: La primera entre los 15-30 años de edad y la segunda en sujetos mayores de 50. La causa se desconoce pero recientemente se ha relacionado con el virus de Epstein Barr, responsable de la mononucleosis infecciosa.

Clínicamente la enfermedad suele iniciar con el crecimiento de uno o varios ganglios linfáticos (cuello, axila ingles); son indoloros y pueden acompañarse de fiebre, sudoración nocturna, pérdida de peso y comezón (prurito) pertinaz.

Es importante señalar que la presencia persistente de estos síntomas no es suficiente para realizar el diagnóstico. Sin embargo, son signos que deben consultarse con un médico especialista. En ocasiones el crecimiento ganglionar puede ocurrir en mediastino (entre ambos pulmones) y entonces puede ocurrir tos seca o incluso edema de cuello y cara. En cualquiera de estas situaciones es necesario el diagnóstico anatomopatológico por biopsia ganglionar. La biopsia permite conocer el subtipo histológico, que tiene valor pronóstico.

El diagnóstico igual debe concluir con una historia clínica completa y una exploración física cuidadosa de las regiones linfáticas accesibles, valorando el tamaño del hígado y del bazo. Los estudios incluirán exámenes de laboratorio, estudios radiográficos (TC o PET) así como la biopsia/aspirado de la médula ósea. Todo esto para conocer los estadios de extensión que tienen un valor pronóstico y son importantes para la planificación terapéutica. En general, la elección del tratamiento dependerá de la extensión de la enfermedad.

Los anticuerpos monoclonales constituyen uno de los avances terapéuticos más importantes en el tratamiento de los Linfomas no Hodgkin de tipo B, que expresan en antígeno CD20. Otras posibilidades de tratamiento incluyen el uso de interferón y radioinmunoterapia.

 

Se debe tener en consideración los efectos secundarios de los anticuerpos monoclonales (rituximab), habitualmente leves y casi siempre relacionados a la primera dosis (fiebre, reacción cutánea, náuseas/vómitos). El interferón puede presentar en el transcurso del tratamiento alteraciones psíquicas y neurológicas, toxicidad hematológica y hepática, astenia, náuseas y vómitos; de los que el paciente se recupera al suspender el tratamiento.

Texto tomado del libro “El Cáncer”

Autor: Dr. Jaime G. de la Garza Salazar y Paula Juárez Sánchez

 

Acerca Redacción

Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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