El emperador de todos los males, Una biografía del cáncer

 

¿En qué punto nos encontramos en nuestra batalla contra el cáncer y cómo hemos llegado hasta aquí? ¿De qué forma ha ido cambiando nuestra imagen de esta enfermedad y cómo ha influido esa evolución en la propia trayectoria del mal? ¿Estamos ganando o perdiendo la “guerra contra el cáncer”?  El emperador de todos los males, Una biografía del cáncer. Siddhartha Mukherjee. Editorial Taurus, México, 2011. 

 

Esta magistral obra, ganadora del Premio Pulitzer 2011, responde a estas preguntas partiendo de una reciente consideración: el cáncer no es solo un fenómeno médico. Se trata también de un fenómeno social que ocupa en complejo espacio cultural y político.

Su historia no puede contarse exclusivamente como un ensayo científico sino además como un relato profundamente humano.

Este guarda testimonios de lucha y optimismo, de hallazgos revolucionarios y terribles decepciones, de héroes y víctimas, y de la incansable búsqueda de una cura.

Desde Atosa, la reina de Persia que dio instrucciones a un esclavo para que le extirpara un pecho, hasta Carla, una de sus propias pacientes, Siddhartha Mukherjee aborda en este fascinante libro más de 5,000 años de descubrimientos, obstáculos, victorias y muerte. Y lo hace con la precisión de un biólogo celular, el registro de un historiador y la pasión de un biógrafo.

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Siddhartha Mukherjee es médico oncólogo e investigador. Es profesor adjunto de la Universidad de Columbia, y ejerce en el Presbyterian Hospital de Nueva York. Doctor por la Universidad de Oxford, estudió Medicina en la Universidad de Harvard. Ha publicado numerosos artículos en Nature, The New Republic, The New York Times y The New England Journal of Medicine. 

Con autorización expresa de Grupo Santillana, LaSalud.com.mx, se permite reproducir un extracto de esta obra ganadora del Premio Pulitzer 2011, que se encuentra disponible en nuestro país bajo el sello de Editorial Taurus. 

El cáncer no es una sola enfermedad, sino muchas. Las llamamos “cáncer” porque comparten una característica fundamental: el crecimiento anormal de las células. Y más allá de ese factor común biológico, hay profundos temas culturales y políticos que recorren las diversas encarnaciones del cáncer y justifican un relato unificador. No es posible considerar las historias de todas sus variantes, pero he procurado destacar los grandes temas que atraviesan esta historia cuatro veces milenaria.

 

UNA PESTE PRIVADA

 

Hoy toca al cáncer ser la enfermedad que entra sin llamar.
SUSAN SONTAG, La enfermedad y sus metáforas.

 

Solemos pensar en el cáncer como una enfermedad “moderna” porque sus metáforas lo son, y tanto. Es una enfermedad de sobreproducción, de crecimiento fulminante: crecimiento imparable, crecimiento inclinado sobre el abismo del descontrol. La biología moderna nos insta a imaginar la célula como una máquina molecular. El cáncer es esa máquina en su incapacidad de desactivar su orden inicial (crecer), y transformada con ello en un autómata indestructible y autopropulsado.

La idea del cáncer como una aflicción que pertenece de manera paradigmática al siglo XX recuerda, como Susan Sontag sostuvo con tanto vigor en su libro La enfermedad y sus metáforas, otra enfermedad considerada antaño emblemática de otra era: la tuberculosis en el silo XIX. Ambas, como Sontag señaló con agudeza, eran parecidamente “obscenas, en el sentido original de la palabra: de mal agüero, abominables, repugnantes a los sentidos”. Ambas agostan la vitalidad; ambas extienden el encuentro con la muerte, y en ambos casos es la agonía, aún más que la muerte, lo que define la enfermedad.

Con todo, a pesar de esos paralelos, la tuberculosis pertenece a otro siglo. También llamada consunción, era el romanticismo victoriano llevado a su extremo patológico: febril, inexorable, jadeante y obsesiva. Era una enfermedad de poetas: John Keats en su regresión silenciosa hacia la muerte en una pequeña habitación que dominaba la Plaza España de Roma., o Byron, un romántico obsesivo que fantaseaba con morir de esa enfermedad para impresionar a sus amantes. “La muerte y la enfermedad suelen ser bellas, como […] el resplandor palpitante de la consunción”, escribió Thoreau en 1852. En La montaña mágica de Thomas Mann ese “resplandor palpitante” libera una febril fuerza creativa en sus víctimas: una fuerza esclarecedora, edificante y catártica que también parece estar cargada con la esencia de su época.

En el cáncer, sin embargo, abundan imágenes más contemporáneas. La célula cancerosa es un individualista desesperado: “un inconformista, en todos los sentidos posibles”, según escribió el cirujano y autor Sherwin Nuland. La palabra metástasis, utilizada para describir la migración del cáncer de un sitio a otro, es una curiosa mezcla de meta y stasis – “más allá de la quietud” en griego–, un estado sin amarras, parcialmente inestable, que hace eco a la singular inestabilidad de la modernidad. Si la consunción mataba otrora a sus víctimas por medio de la evisceración patológica (el bacilo de la tuberculosis ahueca gradualmente el pulmón), el cáncer nos asfixia al llenar el cuerpo con demasiadas células; es consunción en su significado alternativo, la patología del exceso. El cáncer es una enfermedad expansionista; invade los tejidos, establece colonias en paisajes hostiles, busca un “santuario” en un órgano y luego migra a otro. Vive desesperada, inventiva, feroz, territorial, astuta y defensivamente; por momentos, como si nos enseñara a sobrevivir.  Confrontar al cáncer es ponerse frente a una especie de paralela, quizá aún más adaptada que nosotros a la supervivencia.

Si esta imagen –la del cáncer como nuestro desesperado y malévolo doppelgänger contemporáneo—nos inquieta tanto, es porque describe, al menos parcialmente, una verdad. Una célula cancerosa es una pasmosa perversión de la célula normal. El cáncer es un invasor y colonizador fenomenalmente exitoso, en parte, porque explota las características mismas que nos hacen exitosos como especie o como organismo.

Al igual que la célula normal, la célula cancerosa depende del crecimiento en el sentido más básico y elemental: la división de una célula para formar dos. En los tejidos normales este proceso tiene una delicada regulación, de manera tal que señales específicas estimulan el crecimiento y otras lo detienen. En el cáncer, el crecimiento desenfrenado da origen a una generación tras otra de células. Los biólogos utilizan el término clon para describir células que comparten un ancestro genético común. El cáncer, hoy lo sabemos, es una enfermedad clonal. Casi todos los cánceres conocidos tienen su origen en una célula ancestral que, tras adquirir la capacidad de dividirse ilimitadamente y sobrevivir, genera una cantidad sin límite de descendientes: el omnis cellula e cellula e cellula de Virchow repetido ad infinitum.

Pero el cáncer no es simplemente una enfermedad clonal: es una enfermedad clonalmente evolutiva. Si el crecimiento se produjera sin evolución, las células cancerosas no estarían imbuidas de su potente capacidad de invadir, sobrevivir y hacer metástasis. (…)

Este obra ya esta a la venta en la ciudad de México y la puede encontrar en librerias de prestigio 

 

 

 

Acerca Redacción

Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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